My story is particular. Like the courtyard of a house. And my house is located in the natural heart of a Biosphere Reserve, that of the Santillana Reservoir (Manzanares El Real). Thus, the courtyard of my house is all its banks. And its characters, the beings that live there.
This story tells the natural discourse of this space. Throughout the summer, winter, autumn and spring, the environment draws differences between the four seasons, under the same roof and through curious glances, a privileged home for those who inhabit it, a whimsical house where earth, air and water come together, provoking the most beautiful luminosity possible, because from any aucatic space results the love between the elements, starting with light.
And, as in all fairy tales, the magic happens at dusk. Already in the real world this "magic hour" is visually known as the most special moment of the day, and of the night, where the last light and the first darkness play mysteriously and only for a few moments at the best of paintings. And, following the style of all short stories and minor stories, this natural tale also prefers the sepias of a distant time and the old greys, the poetics of chiaroscuro and the old negative, the indefinitions, the trompe l'oeil and the old riddle.
Under a small and circular format, the narration goes down to the smallest detail, the unnoticed world of details, where the meaning of any enigma is fantastically summarised, if one learns to look at it. And the cycles of time open and close between forebodings of cold or fears of heat, towards some tremendous end or from the generous and infinite beginning of natural space.
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Mi cuento es particular. Como el patio de una casa. Y mi casa se sitúa en el corazón natural de una Reserva de la Biosfera, la del Embalse de Santillana (Manzanares El Real). Así, el patio de mi casa son todas sus orillas. Y sus personajes, los seres que allí habitan.
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Este cuento relata el discurso natural de ese espacio. A lo largo del verano, el invierno, el otoño y la primavera, el entorno va dibujando diferencias entre las cuatro estaciones, bajo un mismo techo y a través de curiosas miradas, un hogar privilegiado para quienes lo habitan, una casa caprichosa donde se reúnen la tierra, el aire y el agua, provocando la luminosidad más bella posible, pues de cualquier espacio aucático resulta el amor entre los elementos, comenzando por la luz.
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Y, como en todos los cuentos, la magia surge al atardecer. Ya en el mundo real se conoce visualmente esta “hora mágica” como el momento más especial del día, y de la noche, donde la última luz y la primera oscuridad juegan misteriosamente y sólo por unos instantes a la mejor de las pinturas. Y, siguiendo el estilo propio de todos los cuentos y las historias menores, este cuento natural también prefiere los sepias de un tiempo lejano y los grises viejos, la poética del claroscuro y el negativo antiguo, las indefiniciones, los trampantojos y algún que otro acertijo.
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Bajo un formato pequeño y circular, la narración transcurre hasta lo más mínimo, el inadvertido mundo de los detalles, donde se resume fantásticamente el significado de cualquier enigma, si se aprende a mirarlo. Y los ciclos de tiempo se abren y se cierran entre presagios de frío o temores de calor, hacia algún final tremendo o desde el generoso e infinito comienzo del espacio natural.